No sé porque lo llamo hogar. Quizás porque nací aquí, en Katowice. Dicen que cuando naces y abres el
ojito, lo primero que ves se convierte en tu hogar. Pero la verdad es que soy
mucho más española que polaca, ya que he pasado entre idas y venidas, muchos
más años en España que aquí. De hecho, hablo perfectamente bien el español, en
cambio tengo muy olvidado el polaco (aún así, cuando siento, en esos momentos
de euforia o llanto es el idioma que más me sale, en el que me expreso
libremente).
Al bajar del tren en la estación me recorre un gustito de terciopelo al veros, papá, mamá y Nadia, hermanita. Ahí estáis, lágrimas de cristal cayendo, como si no esperárais verme después de tanto tiempo. Me tiemblan las piernas y recorro los metros que nos separan con inquietud y esperanza, soportando mis sollozos. El abrazo final, hechos una piña. "Kocham cię", os quiero.
Al bajar del tren en la estación me recorre un gustito de terciopelo al veros, papá, mamá y Nadia, hermanita. Ahí estáis, lágrimas de cristal cayendo, como si no esperárais verme después de tanto tiempo. Me tiemblan las piernas y recorro los metros que nos separan con inquietud y esperanza, soportando mis sollozos. El abrazo final, hechos una piña. "Kocham cię", os quiero.
En el camino en coche a casa pego la cabeza al cristal, sintiendo la vibración del motor, y observando el cielo gris-azul de mi hogar. Y ese frío, propio de estas tierras, que se te mete dentro y no quiere salir, pues está muy calentito. La melancolía de lo dejado atrás aparece en mis ojos, los recuerdos, los suspiros, las ansias y las locuras. Los cierro, pues no quiero ver al otro lado del cristal caras y sombras olvidadas o deseadas.
De momento no hablamos. Ya habrá tiempo de hacerlo, y que os cuente lo que se pueda contar. Que ya sabéis que hay cosas imposibles de pronunciar. Las tengo guardaditas en una caja con adornos dorados y espejitos de vidrio verde, para que se piense que lo que contiene es tan bonito como su exterior. Tú y yo sabemos que no es así: balcones y suelos fríos acuden a mi mente atormentándola a veces.
Me muero de ganas de visitar la casa de la abuela, de volver a esa ventana en la que una noche de verano apoyé los pies y conté las estrellas. Alguien me hizo una foto robada, y acudo a ella cuando necesito arroparme con algún que otro recuerdo.
Papá, he de pedirte algo: esta noche haz eso que hacías cuando era pequeña, por favor. Llévame a la cama, siéntate en ella y sube mi manta hasta el cuello, quitándome el frío. Acaríciame el pelo, como antes, con pausa, serenamente. Me gusta que un hombre me acaricie el pelo sin que haya ningún deseo sexual por medio, como en tu caso. Y luego, cuando me veas dormida, sal despacito. Pero acuérdate de no cerrar la puerta del todo. Deja una rendija como a mí me gusta. La necesito para que entre un poquito de luz en esta oscuridad, y para poder levantarme a medianoche y aplicar mi ojo azul a ella. Quiero comprobar que seguís estando ahí.
Quiero saber que nunca más voy a estar sola.
..las raices pesan muuucho!.Lo del pelo, me apunto...
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