jueves, 3 de enero de 2013

Me parto


Soy de las que se parten de la risa cada dos por tres. No lo puedo evitar. A veces provocado por mi, a veces por los demás. Me encanta cuando te toco un hombro y cuando te giras ya estoy en el otro lado. Y me parto, y salgo pitando para que no me cojas. Porque soy un bicho, y un trasto.
Me parto en los funerales, pero no como falta de respeto, sino para reírme en la misma cara de la muerte. En un funeral ella juega en casa, como local, y yo voy de visitante. Y siempre es mucho más gratificante marcar un gol fuera de casa. Y es que me da la risa, cuando veo al señor muerto, tan serio él, que parece que le hayamos hecho algo.
Porque hay que ver lo mal que tratamos a los muertos, eso sí. Los maquillamos como si fueran actores, ahora que la obra ha acabado, elegimos las ropas que van a llevar, como si ellos no tuvieran personalidad, los metemos en una caja estrecha para no dejarles bailar, y finalmente, los dejamos solos en un agujero, alejándonos de ellos con la frase ¡Hala, púdrete!
Que no hombre, que no, que deberíamos tratarles de otra manera. Deberíamos tenerlos en casa, y perfumarlos. Y al acabar el día, susurrarles al oído cómo nos ha ido. Darles el beso de buenas noches y decirles lo mucho que los hemos querido en vida. Cambiarles la ropita cada día, y presentarles a los nuevos novios, para su aprobación. Y sobre todo, intentar cumplirles los deseos que no pudieron conseguir en vida.
Bueno, que me voy del tema. Los que me conocen dicen que mi risa es contagiosa, como la gripe, pero no tan dañina. Empiezo a reír y todos ríen. Siempre me dicen: "Calla, Eva, no empieces".
Cuando me parto se me achinan los ojos, me tapo la cara con las manos para que no se me vaya tanta risa, y me inclino levemente hacia delante.
Como en la foto. Recuerdo esa foto. Me la hizo Fran, mi amigo fotógrafo, que me ha tenido tantas  y tantas veces enfocada bajo sus cámaras. No sé que dijo, y sucedió: me partí. Literalmente. Su alma de artista reconoció el momento, agarró a toda velocidad una cámara y disparó. Todo eso me lo contó después. Yo en ese momento no me enteraba de nada, bastante hacía con morirme de la risa. Me gusta esa foto. Y me gusta porque me reconozco. Soy esa. Por eso la he elegido para que sea la que esté en lo alto de este blog, donde deben estar las cosas importantes.
Veo la foto y cada vez que me acuerdo de esa escena ... sí, lo habéis adivinado, me parto.

[Dedico esta entrada, a J43 Javier, que sé que le gusta mi risa. 
Por una noche única escuchando el "Troughs" de Tom Day, momento especial en el que mientras sonaba la canción yo le hablaba del país de las chicas azules. No es una canción; es una caricia. La caricia que no he podido darle en esta vida, pero que puede que en otra, por fin, sí se me permita hacerlo. 
Y para que, dentro de meses o incluso años, se acuerde de mi y no me olvide. 
Que sepa entonces que Eva se enamoró de él durante unas horas mágicas. 
Kocham cie.]

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