sábado, 23 de febrero de 2013

El país de las chicas azules II


Aquí siempre es verano. Las playas son eternas y tienen arenas finas y suaves. Nuestro mar nunca engulle a nadie pues ya está saciado con las almas y las risas de los niños del estío. El sol calienta suave las pieles blancas y de color melón hasta ponerlas rojitas de vergüenza.
En el país de las chicas azules tu papá y tu mamá nunca mueren, se quedan en tu vida por si necesitas algo bonito que escuchar o algo dulce que probar. Y no existen las enfermedades ni los malos humores, pues la gente vive sencilla y contenta: nos sonreímos en lugar de hablarnos, nos besamos en lugar de alejarnos.
En este sitio las calles tienen nombre de canciones y cada uno escoge dónde vivir según sea su música favorita. Yo, por ejemplo vivo en la calle Fly On A Windshield, porque adoro esa canción y ese grupo.
Las casas son de colores vivos y en la puerta de cada una hay un jardincito de hierba anaranjada que crece todas las noches bajo los aromas del jazmín y las magnolias. Y a la mañanita siguiente ya te puedes tumbar desnuda en él y ser acariciada por su suavidad mirando pasar por el cielo los zepelines que emiten música suave todo el día. Y no hay coches, nos desplazamos en bicicletas de cristal porque así somos cuidadosos al conducir no sea que se rompan.
Dicen que en este lugar las chicas somos azules y bonitas, que bailamos suave y dulcemente y que tenemos la mirada intensa y apasionada de quién todavía no ha vivido mucho. Aquí se hace el amor con pausa pero con lujuria, con ternura pero con ardor, y lo puedes hacer con quién quieras mientras os gustéis. Puedes hacerlo conmigo si es que te gusto, porque tú sí me gustas. Tan solo tienes que entrar en mi casa y desnudarme.
Los niños nacen riendo, no llorando como en vuestro mundo, pues saben que nada malo ha de pasarles. Que van a enseñarles a amar y no a odiar, a ser cuidadosos y cariñosos y tener miraditas de azúcar entre ellos.
En el país de las chicas azules el cielo es tan inmenso que duele mirarlo pues no lo puedes abarcar y te agobias. Cuando llueve las gotas de agua son cálidas y huelen a hojas de té. Puedes empaparte en ella y sentirte mejor persona que antes, con más gentileza y educación, con más serenidad.
No existe la tristeza aquí, ni la alegría desmesurada y desordenada. Tan solo la felicidad relajada de quién no teme nada. Porque el tiempo fluye despacio, para que puedas hacer todo lo que quieres de manera tranquila y bonita.
En este país no tienes más que desear algo para que se cumpla, así de fácil es la vida, porque sólo hay una y aquí se piensa en que no hay que desperdiciarla con sufrimientos y amarguras grises. Deberíais aprender de nosotros en este aspecto ¿no?
Así que éste es el lugar donde vivo, donde amo y escribo, donde recuerdo y deseo.
¿Te vienes?

jueves, 21 de febrero de 2013

Chicos III


Para quitarme el mal sabor de boca de la entrada anterior ahí va una que espero os sea graciosa.
En el piso que compartíamos Yekaterina y yo en Valencia siempre éramos observadas por tres chicos que vivían en la finca de enfrente. Lo hacían desde su balcón y miraban de manera descarada la mayoría de las veces. Por lo que ahí teníais a Yekaterina siempre cerrando cortinas y ventanas.
Se ve que una tarde-noche tenían una fiesta, pues había un montón de chicos aparte de los tres inquilinos. Y eso que pienso: "ésta es la mía". Así que me voy al baño, me desnudo, me mojo el pelo y salgo liada en una toalla, como si me hubiera duchado. Yekaterina abre los ojos como platos cuando paso por delante dirigiéndome al balcón y se teme lo peor. Pero conmigo siempre reacciona tarde.
Así que salgo afuera y con todo el descaro del mundo me apoyo en la barandilla y me los quedo mirando. Al poco rato ya han avisado al resto de chavales que estaban dentro, por lo que temo que el balcón se hunda por el peso de unos ocho o diez tíos.
A todo eso Yekaterina no hace más que decirme desde dentro de la casa que basta ya de tonterías y que haga el favor de entrar.
Decido hacerle caso, pero cuando me giro y mientras voy entrando dejo caer la toalla al suelo enseñando el dos de oros. Detrás de mí y al otro lado de la calle oigo los sonidos guturales proferidos por el grupo de trogloditas allí reunidos: unos cuantos silbidos, un tímido aplauso y mucho griterío. Entro partiéndome de la risa, la vida es chula.
Yekaterina a esas alturas tiene un mosqueo de tres pares de narices y sale decidida y resoplando al balcón para recuperar la toalla caída del suelo y cerrar la puerta, momento que aprovechan los cavernícolas para gritarle insultos, ordinarieces y el eslogan "¡Que salga la pelirroja, que salga la pelirroja!", cosa que acaba de encender a la ruski.
Y madre mía, la siguiente escena que presencio desde el interior de la casa es digna de entrar en los anales de la dialéctica. Porque, querido lector, yo no sé si has visto alguna vez a un ruso cabreado, pero te aseguro que es algo digno de presenciarse. Y lo mejor y más adaptativo para uno es salir pitando. Si los pobrecitos del balcón de enfrente supieran lo que se les viene encima estoy segura de que lo habrían hecho.
Porque lo que veo es a la ruski que se planta en mitad del balcón con las piernas abiertas y los brazos en jarras. Y acto seguido profiere uno de los discursos más bestias que he tenido la oportunidad de presenciar. Durante dos minutos cronometrados les pega un chorreo en ruso que haría palidecer al sargento de "La Chaqueta Metálica". No entiendo muy bien su idioma, pero los insultos los controlo, y acierto a reconocer entre los  improperios el equivalente en español de "caraculos", "panda de retrasados mentales", "que os den por donde amargan los pepinos" y el muy castizo "me cago en tus muertos". Todo eso pegando unos berridos monumentales y haciendo que medio barrio saque la cabeza por la ventana. De hecho, y por un momento temo que alguien llame a la policía.
Entendedme, los chicos no han entendido ni papa, pero el lenguaje corporal y los tonos son universales y poco hay que añadir. La ruski les ha quitado la tontería en segundos.
Porque eso sí, Yekaterina es la dulzura y el autocontrol personificados, pero cuando se le insulta, se cabrea y eso queridos lectores es para verlo.
Sólo cuando ha conseguido que al otro lado reinen el silencio y el asombro entra para adentro.
Yo, que sigo en el sofá desnuda y muriéndome de la risa temo por mi vida cuando se me encara con el ceño fruncido. Y entonces me suelta en su mal español esa frase que tanto le gusta dirigirme: "Tú eres loca".

[Dedicado a Yekaterina Sergeievna. Te adoro, ruski del demonio. Y te echo tanto de menos que duele  :'( ]

viernes, 15 de febrero de 2013

Abismo


Aquí estás, Eva. Ante el abismo. 
Parece que todo lo que te ha acontecido en tu vida te ha llevado a este preciso momento: a colgar las piernas en el borde.
Mira Eva, no sé muy bien cómo presentarme. Se me conoce por muchos nombres, bíblicos algunos, terrenales otros, pero siempre relacionados con el submundo y las tinieblas. Desde tiempo inmemorial he guiado hacia la oscuridad a muchos que estaban como tú, y siempre he ganado, siempre.
Personalmente no sé a qué esperas, la verdad. ¡Es tan fácil! Un simple movimiento de tus caderas, esas que utilizas para bailar inútilmente esas músicas absurdas que tanto te gustan y todo se soluciona. No más noches en vela, recuerdos grises ni lágrimas congeladas.
Así que hazme caso, mira, ... tan solo un leve movimiento hacia delante, venga. No seas cobarde. Te digo incluso lo que va a pasar. Una caída libre que te va a angustiar un poco porque el viento de la mañana va a rodearte mientras caes y a recordarte que no lo sentirás más. Luego un golpe terrible acompañado de un dolor absoluto. Tus órganos internos reventarán de golpe inundándote de bilis las entrañas. Tu craneo se astillará y tus dientes se romperán como cristal al chocar con un crujido desagradable contra el duro suelo de cemento. Tus brazos y piernas desparramados en ángulos imposibles, tristes pues ya no podrán saltar y amar más, sentir y hacer sentir.
Luego, la oscuridad y la nada.
Quedarás expuesta un tiempo a la vista de todos, con un hilo de sangre brotando de tus oídos, la boca reventada y los ojos azules abiertos intentando ver el cielo por última vez, pero sin conseguirlo.
Puede que te observe algún chico guapo que pasa por allí de casualidad y se pregunte mirándote rota, por qué lo has hecho. Y que incluso le dé rabia no haber pasado un momento antes para impedirlo, ... para conocerte.
Venga, porque tú y yo sabemos que en el fondo eres una cobarde. Te da miedo ese dolor y toda esa sangre. Pero piensa que es sólo un momento, unos segundos. Piénsalo, pero no demasiado pues no lo harás.
He de decirte que he conseguido convencer a muchos antes de ti, pero tengo que admitir que eres un caso difícil, me cuesta lo mío contigo no sé por qué (una vez casi lo conseguí en aquel balcón ¿recuerdas? pero te arrebataron de mí en el último instante). Y es que te aferras a la vida pues sigues pensando que lo bueno está por llegar. Y quieres seguir bailando. ¡Qué rabia me da cuando te veo bailar! Girando sobre ti misma con los brazos extendidos y una sonrisa en la cara. Porque sé que en ese momento te alejas de mí y te acercas a la vida y al amor.
Pero no desespero. Así que, Eva, venga, no me hagas perder más el tiempo. Que he de recorrer más mundo para llevar a la oscuridad a muchos hombres y mujeres y eso cuesta toda una eternidad.
Haz por una vez en tu vida algo valiente y deslízate hacia delante dos palmos. Sólo te pido eso. Y te inundará el placer del olvido, te lo prometo.
¡Venga!
¡Hazlo!
¡¡ Hazlo !!
¡¡ Hazlo de una vez !!  ¡¡ Abandona tu cobardía !!
¡¡ Hazlo !!
¡¡¡¡ Hazlo !!!!
¡¡¡¡    HAZLO    !!!!
...
...
(Lo hago)
...
...

[Lo siento chicos, tenía que vomitarlo. Escribirlo es la manera que tengo de no hacerlo. Prometo no escribir nada así en mucho tiempo. Y espero que no seáis muy duros conmigo en vuestros comentarios. Entenderé incluso que no queráis hacerlos.]

martes, 12 de febrero de 2013

Relax


Quitarse pantalones, camisas y suéters. Quitarse calzado, gorros y guantes. Arrancarse braguitas y sostenes. Desnudarse completamente y en silencio. Sumergirse escuchando el sonido liso del agua recibiendo tu cuerpo. Dejar que la espuma te inunde y te abrace. Y dejar al aire sólo la cabeza y las rodillas, para que respiren.
Y soñar.
Contar las burbujitas de la superficie acuosa como si fueran estrellas en tu cosmos personal. Pasarte las manos por las piernas, por los pechos, por el sexo. Y acabar en el cuello, para estrangularte de placeres y dulzuras. 
Abrir los ojos y descubrir tus rodillas de caramelo como montañas que puedes separar a voluntad para recibir el agua jabonosa.
Abrir el grifo, que caiga el chorro, que toque tus pies y piernas, y que renueve el ambiente con olores de frescura y fluidez.
Y luego, el silencio. No hacer nada, sólo flotar y cerrar los ojos pensando en el mañana y olvidando el hoy. Flotar, flotar desde dentro de ti misma y no querer despertar, pues ese tiempo está hecho de té y de jazmín.
Más tarde, salir chorreando de la bañera, empapada de luz y color, de tiempos serenos y aromas de juventud, renovada y desnuda, excitada pero serena. Y envolverte en la toalla suave que acaricia tu espalda con dedos de hombre fuerte.
Mirarte al espejo y ver una princesa. Y creértelo.
Relax.

domingo, 10 de febrero de 2013

Ella es ...


Ella es la visión de un hombre joven
en mi sueño de hombre viejo

Jethro Tull  "Bad-Eyed and Loveless"

sábado, 9 de febrero de 2013

Chicos II


Hace unas semanas estoy en el parque chateando desde el portátil con un amigo de Valencia cuando de repente se me planta a dos metros un perrazo enorme y me empieza a ladrar con cara de pocos amigos. Me asusto mucho, a pesar de que me suelo llevar bien con los animalitos. Pero es que parece que me vaya a atacar de un momento a otro. Enseguida pienso: "Este perro es ruski".
Mi amigo del chat me da instrucciones precisas acerca de qué debo hacer y al poco rato el perro y yo estamos revolcándonos por la nieve, riendo yo y lamiendo él. Nos hemos hecho amigos.
El dueño, que hasta ese entonces estaba viendo la escena a distancia, llega bastante apurado y me pide mil perdones. Es un hombre de treinta y pocos, demasiado guapo para ser polaco. También pienso en ese momento que es ruski. El dato definitivo es que llama al perro "Boris", y cuando veo un llavero con la tricolor asomar de su bolsillo lo confirmo plenamente: es ruski, maldita sea.
De todas maneras, lo que me llama más la atención de él no es su nacionalidad, sino su tremenda timidez. Porque es uno de esos tipos de hombres absolutamente encantador que se cortan cuando te miran y todo eso.
De hecho, en los siguientes minutos empieza un show ridículo de conductas y miradas por ambas partes.
Cuando ve que no hay peligro en que Boris me arranque un brazo se sienta cerca en un banco y nos observa revolcarnos por la nieve. Cuando soy yo la que le mira desvía inmediatamente sus ojos a la nieve y se pone colorado, que se lo noto incluso tras la bufanda y el gorro.
Durante los días siguientes me pilla la hora a la que bajo al parque y se hace el encontradizo, que no sabe ni disimular. Le viene bien que Boris me adore y que salga corriendo a mi banquito cada vez que me ve en la distancia.
Pero él no se acerca, se limita a sentarse en el banco de enfrente, y saludarme con una sonrisa tímida y de cosita dulce. El resto lo hace Boris que no se corta un pelo y me tira al suelo sin piedad.
Al tercer o cuarto día soy yo la que da el paso. Es algo que no me cuesta ni con un ruski. Aprovechando que Boris ha girado su atención a una perrita que para él debe de estar más buena que yo, abro mi libro y me siento en el banco. Al rato, y de sorpresa elevo la mirada y la dirijo al ruski. Siempre le pillo mirándome, y siempre se pone rojo como un tomate porque sabe que le he pillado. Para mí es absolutamente encantador ver eso en un chico. Le da un toque de romanticismo y vulnerabilidad que me gusta muchísimo. Y además, sé positivamente que un hombre así jamás pegaría a una mujer. Me pongo en pie y me dirijo a su banco. Noto que se envara y parece agobiarse, pero a la vez sé que lo desea.
Como soy muy animal le espeto de golpe: "Me miras mucho ¿no?". El tío que se corta y se hunde en su bufanda un poco más. Apenas le sale la voz cuando me contesta, desviando la mirada: "Perdona, no he querido molestarte". ¡Madre mía, me lo comería a besos ahora mismo y ahí mismo!
Enseguida le aclaro que no me molesta, pero quiero que me diga el por qué de esas miradas, y tras mucho batallar acabo sonsacándole que le parezco bonita. Charlamos de muchas cosas en una cafetería cercana y se rompe el hielo, nunca mejor dicho. Cuando me quito el abrigo noto que me escanea de arriba a abajo mirándome las piernas y se pone más nervioso todavía, pues certifica sus sospechas de que lo que ocultaban mis ropas al menos le gusta tanto como intuía. Durante la conversación su mirada va desde mis ojos a mis pechos, mis manos, todo. Antes de despedirnos yo también le dejo claro que es muy guapo, y que tiene una conversación bastante interesante. Eso lo deja KO, y presenta una cara de entre timidez agobiada y felicidad suprema.
Han pasado ya unos días y no he vuelto al parque por el mal tiempo. La indecisión se ha apoderado de mí  y ¿sabéis lo que me viene a la cabeza ahora mismo?. Pues pienso es esa última frase de la novela "2001, odisea en el espacio". Ya sabéis, esa que dice: "Pues aunque era el amo del mundo, no sabía muy bien qué hacer a continuación. Mas ya pensaría en algo".

miércoles, 6 de febrero de 2013

Luz de otros días


A menudo, en la quieta noche,
cuando las cadenas del sueño me han atado,
los queridos recuerdos me traen la luz
de otros días a mi alrededor

Thomas Moore

lunes, 4 de febrero de 2013

On stage


Aún no sé cómo me presté a esto. 
Entendedme, a una la invitan a un evento de una banda australiana y de repente, sin darse cuenta ni de lo que está pasando está sobre el escenario con un micro en la mano. 
Secuencia de los acontecimientos: a alguien se le ocurre decir que Eva canta bien en los karaokes y todo lo demás es asunto de palmadas en la espalda y empujones al escenario. A ver si nos aclaramos, que esto no es un karaoke, que un escenario son palabras mayores, protesto yo. Pues nada, que ni por esas. A la banda que le hace gracia el asunto, y yo temblando de miedo y más agobiada que spiderman en un descampado me lanzo sin pensar y sin cortarme. Eso sí, otra cosa es estar ahí arriba, que es cuando te entra el canguelo. Porque se me nota en esos movimientos sosos, pero sosos, con lo disparatada que soy yo.
Y es que estaba super cortada, porque señores dejemos algo claro: que yo no sé cantar. Que esto es la prueba evidente del mayor de los ridículos por mucho que me apreciéis queridas amigas, que acertaba a veros entre el público emocionadas, como si estuvieráis viendo a Janis Joplin o algo así.
Eso sí, la banda era buena, hay que reconocerlo. Porque adaptarse a mis tonos y desafinos disparatados tiene su mérito. Y de una manera prácticamente improvisada, sin ensayo previo.
La única condición que puse cuando entre ánimos y empujones acepté mi entrada en los anales del ridículo  fue muy simple: la canción la elegía yo.
Y puedo haber cantado como el culo sí, pero con sentimiento. Porque esta canción, solo tiene esa manera de cantarse, o como en mi caso, de hacer lo que buenamente pude.

sábado, 2 de febrero de 2013

Pesadillas


Despierto a medianoche, alterada y asustada. Mi corazón redobla a una velocidad peligrosa, y mi agitada respiración presenta un caos inimaginable. Estoy empapada en sudor una vez más y miro con miedo ancestral la oscuridad a mi alrededor, con ojos desorbitados, intentando situarme.
He soñado contigo. Bueno, no ha sido un sueño, que esos me los reservo para las cosas bonitas. He tenido la pesadilla de siempre, que estabas tan loco que cogías un vuelo desde España para venir a buscarme, y acabar el trabajo que empezaste allí. 
Pero enseguida percibo que mi miedo es irracional, como todos los miedos. Ya lo decía Ambrose Bierce, que el miedo no tiene cerebro, es idiota. Aún así, miro por la ventana por si veo tu fornida figura avanzar con pasos crujientes sobre la nieve. Pero solamente veo la luz amarillenta de las farolas nocturnas sobre el frío suelo.
A pesar de que la calefacción está a tope siento frío y tiemblo convulsivamente. Es ahora cuando desearía un hombre cerquita de mí, en esta misma cama. Un hombre de verdad, no como tú. Alguien que me acariciase en este momento, que espantase de mí este temblor y al que no le diera asco besar el sudor salado de mi frente. Un hombre con dos brazos, uno para protegerme y otro para amarme.
Conecto el equipo, y me pongo los auriculares para no despertar a nadie. Empiezan las primeras notas de "Magnolia". Es la canción que no me cansaré de escuchar nunca y que pongo para recordarme a mí misma que la vida merece la pena ser vivida. La voz de J.J. Cale le habla a mi corazón y le dice que a dónde va con tantas prisas. Poco a poco se acompasa al mismo ritmo que los suaves golpes de la batería. La guitarra y el suave piano calman mis temblores, y el sudor se va secando en mi cuerpo mientras escucho la letra: "La suave brisa del verano/me hace pensar en ella/Magnolia, cosita dulce/me vuelves loco/eres lo mejor que me ha pasado/tu susurro de buenos días/tan suave en mi oído/vuelvo a ti, nena/pronto estaré allí".
A veces tengo miedo de volverme a dormir, por si apareces otra vez cuando ves que me quedo sola de nuevo. Me tapo con las sábanas y pienso en que dentro de tres horas saldrá el sol y calentará de nuevo la nieve y las almas de las personitas que nos movemos por las calles.
Para finalizar te deseo de todo corazón, querido lector, que duermas bien esta noche, y que sueñes cosas que huelan a pan recién hecho y frutas del bosque. Si no fuera así, hazme caso y elige una canción que acaricie tu piel por dentro.
Al otro lado de mi ventana cae la nieve, suave.
Buenas noches.
Dobranoc.