lunes, 16 de diciembre de 2013

Pereza


Abres el ojito bien de mañanita. 
Abres el apetito, sin hacer ruido y despacio. Un girar de mi cabeza, y un mirarte: tu pelo revuelto, como quizás tus sueños.
Y despertarte a mordisquitos, sabiendo que es domingo y que no hay que madrugar.
Afuera nieva y se está calentito, en cuerpo y alma: el cuerpo por la calefacción, el alma por tu presencia.
Me estiro y retiro, me acuno y revuelvo. Me retuerzo y restriego estirando los brazos y moldeando mis pechos, como una gata en celo. Algo hay de verdad en esa comparación.
Me notas suave al tocarme porque estoy recién llegada de las brumas nocturnas, de los sueños tranquilos, de la paz y la dulzura. La luz de color crema atraviesa las rendijas de la persiana. Un olor a jazmín y sexo impregna la habitación, herencia de la noche vivida.
Un nuevo día para ti y para mí en este mundo, que no en el otro, que ese ha de esperarse. Hemos de hacer en éste toda esa lista de cosas que nos propusimos en los momentos de estúpido optimismo.
Bueno, es hora de levantarse ¿no?
No.
Cinco minutitos más, … o toda una eternidad.
Pereza.


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